La vieja máquina de escribir
Amaya que heredé de mi abuelo materno, los trabajos o “manualidades” de mamá,
la típica plancha antigua, pero que reparó papá, los grabados de mi cuñada
lety, las acuarelas de una amiga, la colección de cámaras donde está la vieja
“Agfa”, con la cual mi padre fotografiaba a mamá en la Universidad, los lentes
de sol franceses de mi abuela materna, las flores secas que por años guardó mi
hermana en un libro y los recuerdos de nuestros viajes, son parte de mis
pequeños tesoros.
Son estos detalles, los que a mi parecer,
transforman a un simple departamento, en un hogar. Nos rememoran a personas que
ya no están, y por supuesto, a aquellas que queremos y tenemos en nuestra mente
y corazón.
A la izquierda los anteojos de sol de mi abuela Rosa. Al medio la cámara con que papá fotografió a mamá cuando pololeaban.
Grabado que nos obsequió Leticia Santander, mi cuñada artista.
La "Amaya", recuerdo de mi Abuelo Héctor.
Al centro, plancha restaurada por papá. A los costados parte de las muchas "manualidades" hechas por mamá.
Acuarela de mi amiga Jessica .
Descubrí estas flores secas en un libro de mi hermana y las enmarqué.
La necesitaba…la
extrañaba. Fueron muchos años sin ella, pero me decidí y la traje a mi depto.
Por fin! Bueno, cada uno se relaja de diversas formas: algunos con una buena
conversación en compañía de amigos y un trago en la mano, otros viendo la película o serie favorita.
Por supuesto, muchos, escuchando música y tal vez, un porcentaje menor, con un
baño de tina o simplemente acercándose a la naturaleza.
En lo personal,
mis momentos de ocio son pocos. Eso de llegar a casa y no hacer nada es una
utopía. Cuando trabajé de periodista lo podía hacer, pero desde que mi vida dio
un giro a la docencia tengo claro que “se vive para trabajar y no se trabaja
para vivir”. Aunque suene exagerado hay mucho de verdad en estas palabras. Bien
lo saben mis colegas.
Pero poco a poco
estoy bajando mi nivel de estrés. Por suerte ya tengo mi guía espiritual y las
sesiones con el psicólogo han sido más que provechosas…naaaa, broma. Hice algo
más simple, pero que al menos a mí, me da resultado: tocar guitarra.
Hace pocos días
compré mi “morena maravillosa”, o sea, mi guitarra electroacústica último
modelo, del año, nueva de paquete. Ah, y también un amplificador (que me
perdonen mis vecinos, pues vivo en departamento). Así que más feliz que una lombriz, que perro
con dos colas y todas esas cosas. No tengo buena voz, por lo cual con suerte canto bajito. Tampoco soy un eximio guitarrista, pero gracias a Internet (específicamente a youtube, donde están casi todas las canciones que quiero "sacar") y al afinador incorporado en mi "Ibañez", puedo ser inmensamente feliz, relajarme y botar a ese desgraciado que llaman estrés.