domingo, 28 de julio de 2013

Detalles...

La vieja máquina de escribir Amaya que heredé de mi abuelo materno, los trabajos o “manualidades” de mamá, la típica plancha antigua, pero que reparó papá, los grabados de mi cuñada lety, las acuarelas de una amiga, la colección de cámaras donde está la vieja “Agfa”, con la cual mi padre fotografiaba a mamá en la Universidad, los lentes de sol franceses de mi abuela materna, las flores secas que por años guardó mi hermana en un libro y los recuerdos de nuestros viajes, son parte de mis pequeños tesoros.

Son estos detalles, los que a mi parecer, transforman a un simple departamento, en un hogar. Nos rememoran a personas que ya no están, y por supuesto, a aquellas que queremos y tenemos en nuestra mente y corazón. 
A la izquierda los anteojos de sol de mi abuela Rosa. Al medio la cámara con que papá fotografió a mamá cuando pololeaban.

Grabado que nos obsequió Leticia Santander, mi cuñada artista.

La "Amaya", recuerdo de mi Abuelo Héctor.

Al centro, plancha restaurada por papá. A los costados parte de las muchas "manualidades" hechas por mamá.

Acuarela de mi amiga Jessica .

Descubrí estas flores secas en un libro de mi hermana y las enmarqué. 

Uno de los tantos recuerdos de nuestros viajes. 

Otros grabados más pequeños de mi cuñada.

domingo, 21 de julio de 2013

Mi terapia anti estrés.

La necesitaba…la extrañaba. Fueron muchos años sin ella, pero me decidí y la traje a mi depto. Por fin! Bueno, cada uno se relaja de diversas formas: algunos con una buena conversación en compañía de amigos y un trago en la mano,  otros viendo la película o serie favorita. Por supuesto, muchos, escuchando música y tal vez, un porcentaje menor, con un baño de tina o simplemente acercándose a la naturaleza.

En lo personal, mis momentos de ocio son pocos. Eso de llegar a casa y no hacer nada es una utopía. Cuando trabajé de periodista lo podía hacer, pero desde que mi vida dio un giro a la docencia tengo claro que “se vive para trabajar y no se trabaja para vivir”. Aunque suene exagerado hay mucho de verdad en estas palabras. Bien lo saben mis colegas.

Pero poco a poco estoy bajando mi nivel de estrés. Por suerte ya tengo mi guía espiritual y las sesiones con el psicólogo han sido más que provechosas…naaaa, broma. Hice algo más simple, pero que al menos a mí, me da resultado: tocar guitarra.

Hace pocos días compré mi “morena maravillosa”, o sea, mi guitarra electroacústica último modelo, del año, nueva de paquete. Ah, y también un amplificador (que me perdonen mis vecinos, pues vivo en departamento).  Así que más feliz que una lombriz, que perro con dos colas y todas esas cosas. 

No tengo buena voz, por lo cual con suerte canto bajito. Tampoco soy un eximio guitarrista, pero gracias a Internet (específicamente a youtube, donde están casi todas las canciones que quiero "sacar") y al afinador incorporado en mi "Ibañez", puedo ser inmensamente feliz, relajarme y botar a ese desgraciado que llaman estrés.